12 de febrero de 2019

Desde el cambio a la transformación

Hace unos días, en una conversación con personas que preparan una candidatura para las próximas elecciones municipales, yo manifestaba mis dudas sobre la posibilidad de conseguir cambios frente a  la inercia de la sociedad y, como casi siempre, ha sido unos días después cuando el sueño me ha facilitado la comprensión de sus opiniones.
Yo, con mis años, formo parte de aquella generación que forzando la máquina contra la dictadura acabó instaurando la transición que hasta aquí ha llegado.
Los últimos años nos han bajado un pocos los humos y muchos hemos dudado si aquel cambio lo fue en verdad o simplemente nos enredaron para, cambiando la apariencia, mantener el fondo. Y eso incluye la duda sobre la verdadera eficacia del cambio.

Opinaba yo que la sociedad es lo que es, que cada país, cada pueblo, tiene su idiosincrasia y es como el instinto primigenio que antes o después aparece volviéndolo todo a su origen.
Y nuevamente el sueño ha aclarado mis ideas, mas bien aclarado para mí los argumentos que una de esas personas manifestaba frente a mis opiniones.
En fin, vayamos al grano que me resulta fácil perderme y veamos cuan hàbil soy para darme a entender.
Yo, así como otros muchos de mi generación, estábamos por el cambio de la sociedad que se hacía quitando a unos y poniendo a otros. Esa simple opinión permanece en la sociedad... quitar un régimen para poner otro... quitar un partido para poner otro... quitar un alcalde para etc.
Así como la arcilla que si la humedeces se ablanda y al recibir el calor del sol se endurece, la sociedad tiene su esencia, ante la bonanza se expande y libera y con la dificultad se contrae y retrocede. Así pues el cambio se reduce a la alternancia de sus posibles estados y lo único que puede hacer uno es empujar a favor o en contra de ese cambio inevitable.
Pero afortunadamente los seres humanos y de rebote la sociedad, aprenden.
Como aquellos juguetes cuyas piezas pueden recombinarse para crear uno nuevo totalmente diferente, se trata de recrear los elementos que ya existen en la sociedad y recombinarlos de forma diferente para conseguir algo nuevo. No es, pues, un proceso de cambio el que necesitamos , sino uno de trasformación.
Dicho de otra forma: coger la arcilla y convertirla en un práctico botijo que refresque el agua, coger el barro de la política de poderes y pasarla por el crisol de la ciudadanía. Algo que constituye la esencia del 15M y que cada día que pasa queda mas desdibujado.

Por poner un ejemplo, en Catalunya el poder político intenta centralizar la contratación de la comida de los colegios y eso nos llevará inexorablemente a la privatización monopolista del servicio. La cuestión son cientos de millones de euros y la excusa será la calidad de la alimentación.
La alternativa no pasa por el cambio en el poder de la Generalitat sino por la eficacia de los padres y profesores de cada colegio dando forma a su centro escolar haciéndolo incompatible con el modelo especulador de las empresas de catering. 

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