25 de junio de 2012

> La profundidad de la memoria

Estoy acumulando recuerdos en una página que os invito a visitar y estoy sorprendido de la capacidad de la memoria.

Al principio tenía la sensación de guardar recuerdos vagos del pasado y, como mucho, las anécdotas que por un motivo u otro parecían más relevantes. Ahora estoy descubriendo que, como si tirara del hilo de una madeja, un recuerdo arrastra el siguiente y paulatinamente se van abriendo ventanas al pasado.

Quizás, como algunos afirman, todo nuestro pasado esté grabado de alguna forma en nuestro cerebro y la única cuestión es como llegar hasta ello.

Una segunda cuestión, creo que más compleja, es el proceso de deformación que dichos recuerdos parecen haber sufrido. Cuando a un recuerdo de algo físico le pones delante una imagen real de lo recordado y ejerces la comparación es evidente que la deformación existe.

Este fenómeno, no obstante, más que desanimarme me sugiere varias ideas, de las cuales la más interesante creo que es la que os explico a continuación.

Piélagos, Cantabria, España

Cualquier artista, un pintor por ejemplo, sabe que el reflejo estricto de la realidad no lo es todo. En un cuadro, en una fotografía, en un relato, es tan importante o más que el contenido objetivo, el halo que envuelve la obra, algo tan sutil que es difícil de conseguir, aquello que vuelve la obra arte. Y es así porque incorpora una información de tipo emocional, intelectual, vital, que interactua con el espectador.

De la misma forma, nuestros recuerdos no se limitan a una grabación aséptica de lo que nuestros sentidos captaron sino que el recuerdo incorpora una información más elaborada sobre nuestras circunstancias en aquel momento. Después, al observar nuestro recuerdo, ya no somos el mismo, nuestra percepción interna ha cambiado con el tiempo y tenemos la impresión de que el recuerdo está deformado.

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